miércoles, 16 de agosto de 2017

Sacando Punta...a "El asesinato de Sócrates" de Marcos Chicot



     Tercera obra de Marcos Chicot que he tenido el placer de leer, y esta vez con una gran diferencia respecto a las anteriores (“El Asesinato de Pitágoras” y su continuación “La Hermandad”), las altas expectativas que me había creado sobre la misma. ¿Y por qué esa esperanza en encontrarme ante una gran novela histórica? Muchos motivos parecían avalarla.

      En primer lugar, el reconocimiento literario que ya había recibido al ser finalista del Premio Planeta 2016, y ya desde un punto de vista más personal, la época histórica en la que se desarrolla la trama (la Guerra del Peloponeso siempre me ha parecido un escenario magnífico) e incluso el propio título del libro, que pareciera esté utilizando el autor para escribir la serie de thrillers históricos “El asesinato de…” los filósofos griegos más importantes.

·         La reiteración de los “No-Muertos”

            A lo largo de la trama Marcos Chicot sabe, sin lugar a dudas, mantener la atención del autor mediante el uso de una narrativa ágil que ayuda al lector a sumergirse en la Grecia Clásica y vivir las aventuras y desventuras, alegrías y tristezas, de los personajes como si de él mismo se tratasen. Unos de los recursos utilizado para ello, que paso a describir a continuación, es el que me he tomado la ligereza de bautizar como el de los “No-Muertos”.

            Dicho recurso puede parecer en su base simple, pero requiere de una gran maestría literaria para poder llevarlo a cabo de forma correcta. Se trata de, en un momento de máxima tensión en el que uno de los personajes se encuentra en una situación crítica con grave riesgo de perder la vida, finalizar el párrafo o el capítulo en el instante exacto en el que se produce su muerte. La historia continúa, normalmente transportando al lector a otra trama paralela con otros personajes distintos para, al volver a nuestro difunto, sorprenderle con una supervivencia cuasi milagrosa del personaje en cuestión.

            El artificio del “No-Muerto” es realmente efectivo si se sabe llegar a cabo con la maestría con que Marcos Chicot lo hace, pero quizá por ello, sabiendo el propio autor del gran impacto que es capaz de llevar a cabo sobre el lector, lo utiliza en demasía llegando a perderse el factor sorpresa y por tanto la tensión narrativa. Veamos algunos ejemplos del abuso de “No-Muertos” en “El asesinato de Pitágoras”:

- El recién nacido Perseo parece ser devorado por lobos hambrientos al ser abandonado en la montaña. Más adelante se descubre que eran los perros de la bruja/hechicera que lo recogió (con no muy buenas intenciones, ciertamente). Primer “No-Muerto” de la obra y realmente eficaz en cuanto a su impacto, me quedé sin duda sorprendido ya que no lo esperaba en absoluto.

 - Aristón tiene presa a Deyanira en el calabozo, y tras golpearla y torturarla la apuñala. El autor deja tan claro que la puñalada es prácticamente mortal, tanto por la rabia con que transmite que Aristón la lleva a cabo como por la descripción de la herida realizada, que mi escepticismo fue mayúsculo cuando se reveló que solo fue una herida, grave sí, pero de la cual sobreviviría…
        
      - Tras dejar a Deyanira “No-Muerta”, Aristón se dirige a su pelea definitiva con Perseo, finalizando la misma con el golpe de gracia que acaba con la vida de Perseo totalmente indefenso en el suelo. Una vez más nada que ver con la realidad. Un nuevo milagro muestra, tras volver de otra trama paralela, que Perseo logró librarse del golpe definitivo para finalmente vencer a Aristón.

      Como uno se puede imaginar, el lector poco a poco va dejando de creer en lo que lee, y comienza a pensar que los personajes principales, por los que siente empatía, no fallecen, si no que algo sorprendente ocurrirá que les hará salvarse. Dicho escepticismo llega a su momento más álgido entre los dos últimos ejemplos, ya que su separación en la trama es ínfima, ocurriendo en episodios de la historia prácticamente consecutivos. Quizás hubiera sido más impactante, dada la repetición de tanto “No-Muerto”, haber acabado con Deyanira y así no recordar al lector las grandes sorpresas que ayudan a los personajes principales a sobrevivir en situaciones crítica en esta novela.

·         EPÍLOGO de Sacando Punta

      Tras no haber sacado excesiva punta al “Asesinato de Sócrates”, no voy a sorprender ni levantar un “No-Muerto” si llegado a este punto califico la novela como una gran obra literaria que sin duda merece los premios, menciones, y el crédito que se ha ganado. De forma fantástica Marcos Chicot nos transporta a la guerra del Peloponeso a través de una trama fresca que siempre mantiene la atención del lector, y que deja ver un importante trabajo de documentación para llevar a cabo una ambientación sublime de la historia.


      Por otra parte, una de mis novelas preferidas siempre ha sido “Vientos de guerra”, de Steven Pressfield, la cual también transcurre en la misma época histórica, relacionada con la muerte de Sócrates, y transcurriendo la trama a través de la vida de Alcibíades. Debo felicitar a Marcos Chicot por haber recreado perfectamente el carácter de Alcibíades y su importancia en la Atenas de la época, consiguiendo trasladarme a la Grecia clásica y sentirme parte de la trama de la novela de una manera tan profunda como años atrás logró Steven Pressfield.

jueves, 26 de enero de 2017

Sacando Punta...a "Las Cadenas del Destino" de Sebastián Roa



      Haciendo ya cinco o seis años desde que leí por primera (y última vez) una novela de Sebastián Roa (“Venganza de sangre”), estas Navidades ha llegado a mis manos en forma de regalo “Las Cadenas del Destino” (muchas gracias a mis suegros sabedores de mi gran afición por la novela histórica, especialmente por aquellas ambientadas en las edades Antigua y Media).

      Ilusionado por el regalo, tanto como por la curiosidad de comprobar cómo se narraba un episodio tan importante del medievo español quizás poco tratado en el ámbito literario, me dispuse inmediatamente a su lectura.

      “Las Cadenas del Destino” tiene lugar en el periodo comprendido entre finales del siglo XI y comienzos del siglo XII. Comenzando con la flagrante derrota del bando cristiano en la batalla de Alarcos y concluyendo con la victoria definitiva de estos mismos sobre el imperio almohade en las Navas de Tolosa. La novela relata la gestación durante años del triunfo de la coalición cristiana, a través de una trama repleta de intriga, honor, fanatismo, redención, e incluso de la mismísima creación del Cantar del Mío Cid.

      Tras esta breve descripción del argumento, pasamos directamente al tema que nos atañe, ¡a sacarle punta!


·         ¿Sebastián Posteguillo o Santiago Roa?

      Tras haber leído en su momento las trilogías de Escipión y Trajano de Santiago Posteguillo (del cual me confieso seguidor incondicional), me ha sorprendido la gran similitud entre la técnica literaria de Sebastián Roa en “Las Cadenas del Destino” y la empleada por Santiago Posteguillo en su obra. En ambos casos la novela está estructurada en capítulos, generalmente de una extensión relativamente corta, variando el punto de vista desde el que se cuenta la trama en cada capítulo desde el de un personaje a otro. 

      Se trata este de un recurso muy extendido en la novela histórica cuando la trama transcurre durante un periodo de tiempo muy largo (años o décadas), pero, aun así, se podría leer un capítulo aislado del libro y atribuirse el mismo a Santiago Posteguillo. Quizás Sebastián Roa debiera tratar de plasmar su sello personal de una forma más remarcada con el fin de evitar que se pueda considerar que se hubiera subido a la ola de éxito de la frescura narrativa de Santiago Posteguillo.

·         La previsibilidad de Ibn Qadish

      De toda la maquinación de Leonor de Plantagenet para conseguir una alianza entre los reinos cristianos y un escenario de batalla propicio contra los almohades, la parte referente al papel de Ibn Qadish, caudillo almorávide, me parece bastante inverosímil.

      Los resultados de años de tejemanejes y de conspiraciones se resuelven casi al azar, dejando una de las partes más importantes del plan a los azares del destino (que no “las cadenas del destino”). El “Calderero” podría no haber asesinado a Ibn Qadish, quizás le podría haber encerrado en una mazmorra (con lo cual sus hombres quizás no se hubieran retirado de la batalla por miedo a que sufriera las represalias), o haber tomado a su familia como rehén para asegurarse de su lealtad, o haber conseguido el efecto contrario al narrado asignándole la defensa de su ala como tarea de redención, o un largo etcétera. 

      A la alianza cristiana le tocó la lotería al jugársela a predecir cómo iban a actuar tanto Ibn Qadish como el Califa o el “Calderero”. Mucho riesgo y azar para poner la guinda a un plan que requirió hilar muy fino en diversos muchas de sus fases.

·         EPÍLOGO de Sacando Punta

      Aunque mi crítica a la técnica literaria de Sebastián Roa comparándola con la de Santiago Posteguillo pueda parecer sangrante nada más lejos de la realidad. “Las cadenas del destino” es sin duda una obra portentosa que narra de forma magistral una época de la historia de España bastante abandonada (nada atípico en este nuestro país), y que la devuelve a la vida envolviendo al lector de principio a fin.

      La novela comienza de forma trepidante y captando de forma sublime la atención del lector,  pero quizás después de su primer tercio disminuye la tensión narrativa y se vuelve un poco más anodina. El plan de Leonor de Plantagenet, con la judía Raquel mediante, quizás se alarga en demasía en la trama y no siempre es creíble en su totalidad.

      En resumen, y a pesar de toda crítica realizada, novela cien por cien recomendable tanto por su interés como por el buen hacer del autor. Tanto es así que ya me he hecho con los dos volúmenes anteriores de la trilogía para su lectura (aunque sea el tercero, se puede sin problema leer “Las cadenas del destino” de forma independiente).