jueves, 26 de enero de 2017

Sacando Punta...a "Las Cadenas del Destino" de Sebastián Roa



      Haciendo ya cinco o seis años desde que leí por primera (y última vez) una novela de Sebastián Roa (“Venganza de sangre”), estas Navidades ha llegado a mis manos en forma de regalo “Las Cadenas del Destino” (muchas gracias a mis suegros sabedores de mi gran afición por la novela histórica, especialmente por aquellas ambientadas en las edades Antigua y Media).

      Ilusionado por el regalo, tanto como por la curiosidad de comprobar cómo se narraba un episodio tan importante del medievo español quizás poco tratado en el ámbito literario, me dispuse inmediatamente a su lectura.

      “Las Cadenas del Destino” tiene lugar en el periodo comprendido entre finales del siglo XI y comienzos del siglo XII. Comenzando con la flagrante derrota del bando cristiano en la batalla de Alarcos y concluyendo con la victoria definitiva de estos mismos sobre el imperio almohade en las Navas de Tolosa. La novela relata la gestación durante años del triunfo de la coalición cristiana, a través de una trama repleta de intriga, honor, fanatismo, redención, e incluso de la mismísima creación del Cantar del Mío Cid.

      Tras esta breve descripción del argumento, pasamos directamente al tema que nos atañe, ¡a sacarle punta!


·         ¿Sebastián Posteguillo o Santiago Roa?

      Tras haber leído en su momento las trilogías de Escipión y Trajano de Santiago Posteguillo (del cual me confieso seguidor incondicional), me ha sorprendido la gran similitud entre la técnica literaria de Sebastián Roa en “Las Cadenas del Destino” y la empleada por Santiago Posteguillo en su obra. En ambos casos la novela está estructurada en capítulos, generalmente de una extensión relativamente corta, variando el punto de vista desde el que se cuenta la trama en cada capítulo desde el de un personaje a otro. 

      Se trata este de un recurso muy extendido en la novela histórica cuando la trama transcurre durante un periodo de tiempo muy largo (años o décadas), pero, aun así, se podría leer un capítulo aislado del libro y atribuirse el mismo a Santiago Posteguillo. Quizás Sebastián Roa debiera tratar de plasmar su sello personal de una forma más remarcada con el fin de evitar que se pueda considerar que se hubiera subido a la ola de éxito de la frescura narrativa de Santiago Posteguillo.

·         La previsibilidad de Ibn Qadish

      De toda la maquinación de Leonor de Plantagenet para conseguir una alianza entre los reinos cristianos y un escenario de batalla propicio contra los almohades, la parte referente al papel de Ibn Qadish, caudillo almorávide, me parece bastante inverosímil.

      Los resultados de años de tejemanejes y de conspiraciones se resuelven casi al azar, dejando una de las partes más importantes del plan a los azares del destino (que no “las cadenas del destino”). El “Calderero” podría no haber asesinado a Ibn Qadish, quizás le podría haber encerrado en una mazmorra (con lo cual sus hombres quizás no se hubieran retirado de la batalla por miedo a que sufriera las represalias), o haber tomado a su familia como rehén para asegurarse de su lealtad, o haber conseguido el efecto contrario al narrado asignándole la defensa de su ala como tarea de redención, o un largo etcétera. 

      A la alianza cristiana le tocó la lotería al jugársela a predecir cómo iban a actuar tanto Ibn Qadish como el Califa o el “Calderero”. Mucho riesgo y azar para poner la guinda a un plan que requirió hilar muy fino en diversos muchas de sus fases.

·         EPÍLOGO de Sacando Punta

      Aunque mi crítica a la técnica literaria de Sebastián Roa comparándola con la de Santiago Posteguillo pueda parecer sangrante nada más lejos de la realidad. “Las cadenas del destino” es sin duda una obra portentosa que narra de forma magistral una época de la historia de España bastante abandonada (nada atípico en este nuestro país), y que la devuelve a la vida envolviendo al lector de principio a fin.

      La novela comienza de forma trepidante y captando de forma sublime la atención del lector,  pero quizás después de su primer tercio disminuye la tensión narrativa y se vuelve un poco más anodina. El plan de Leonor de Plantagenet, con la judía Raquel mediante, quizás se alarga en demasía en la trama y no siempre es creíble en su totalidad.

      En resumen, y a pesar de toda crítica realizada, novela cien por cien recomendable tanto por su interés como por el buen hacer del autor. Tanto es así que ya me he hecho con los dos volúmenes anteriores de la trilogía para su lectura (aunque sea el tercero, se puede sin problema leer “Las cadenas del destino” de forma independiente).